ORIGEN DE UN SISMO
Alfred Wegener propuso una hipótesis por la que los diferentes continentes habrían estado unidos hace millones de años en un gran supercontinente denominado Pangea. Su desplazamiento habría desembocado en la situación actual. Basándose en los postulados de Wegener, el científico Harry Hess desarrolló la teoría de las placas tectónicas.
Según su planteamiento, la litosfera —la capa rígida más superficial de la tierra, compuesta por materiales que pueden romperse si se ejerce presión— se divide en diferentes bloques llamados placas tectónicas. El desplazamiento de estas porciones se asemeja al movimiento de unas galletas sobre unas natillas; además, los límites de los bloques en los que se divide la litosfera está relacionado con fenómenos de sismicidad y vulcanismo.
En función del movimiento relativo de las placas, se definen también tres límites entre dichas porciones. Si el movimiento es de separación, se trata de límites divergentes o dorsales; en el caso de acercamiento entre las placas, hablaremos de límites convergentes o fosas; y por último, los desplazamientos paralelos provocan límites o fallas transformantes.
Según explica el Servicio Sismológico Nacional, las ondas sísmicas generadas tras la ruptura de las rocas del interior de la tierra se propagan provocando "el movimiento del suelo por donde pasan". Dichas ondas pueden quedar registradas por unos instrumentos llamados sismógrafos: cuanto más cerca estén del lugar del sismo, mejor detectarán el temblor. Sin embargo, las ondas se propagan por todo el planeta cuando se trata de grandes terremotos. Por eso el temblor que sacudió México a principios de septiembre quedó registrado en un sismógrafo de Barcelona, a miles de kilómetros de distancia.
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